El Partido Popular, que hizo del caso GAL una encarnizada batalla contra el gobierno socialista en los años 90, que se valió de aquel terrorismo de Estado para encaramarse al poder, tiene también su gran ignominia: Aznar consumó su equivalente al GAL con el apoyo y la participación en la guerra de Iraq. Enganchado al gigante ciego Bush y a su acólito Tony Blair, consintió ignorar a Naciones Unidas despreciando la legalidad internacional para perpetrar una de las barbaridades más rotundas que se han registrado en el último tercio de siglo.
Establézcase, pues, el paralelismo entre ambos excesos, que lo hay. Sólo que el de los socialistas pudo tener el propósito de salvar al pais del terrorismo de ETA sin reparar en procedimientos, mientras que la iniciativa de Aznar no procuraba ningún bien directo al pais. A estas alturas, ambas culpas han sido sancionadas, en el caso del PSOE con la pérdida del poder y con las condenas penales a los responsables; en el del PP, la soberbia de Aznar le procuró el rechazo político antes de lo que era previsible por su actitud de ocultamiento malicioso en los atentados del 11-M. Pero todavía está pendiente la sanción de la justicia para el ex-presidente popular; la de la Historia ya está escrita.