lunes, mayo 28, 2012

Bankia, el agujero del PP

El agujero de Bankia es el primer gran fiasco imputable íntegramente al gobierno del Partido Popular. Se ve que quieren salir del embrollo como si no fuera con ellos, pero resulta evidente que este torpedo les ha impactado de pleno. El cráter de Bankia lo han provocado las Cajas de Madrid y Valencia, con gobiernos que son del mismo signo conservador desde hace más de quince años. De manera que todo el 'mérito' para la desconfianza mundial que ha provocado este engaño de proporciones aún por determinar le es imputable al PP. Llevan un mes suministrándonos en dosis la gran mentira: hoy dicen que el descubierto es de mil millones, para admitir mañana que eran cincomil y pasado reconocer ya que el agujero es de veintemil millones, y así un día tras otro. En este caso, no le vale a Rajoy disculparse con la herencia recibida del gobierno de Zapatero. Este es el gran fallo, el gran pufo, el problema genuino de Rajoy y de su partido. No bastará con culpabilizar al gobernador Fernández Ordóñez, haciendo -de paso- una torpísima política de tierra quemada con la institución Banco de España. La sangría se produjo en Madrid y Valencia, en una cajas politizadas al extremo, y algo tendrán que ver en Esperanza Aguirre y los gobiernos de Francisco Camps. Lo ocurrido en Bankia nos pone justo a un paso del precipicio. A un solo paso, sí, porque la desconfianza es tal que si se descubrieran más mentiras en la situación de otro par de bancos -cosa nada improbable en las inspecciones que les van a practicar a todos-, tendríamos que pedir directamente ser rescatados. Pueden imaginarse lo que supondría eso. Los mercados penalizan de manera implacable falsedades como ésta, y por eso sube la prima de riesgo hasta límites que no se podrán soportar, según los expertos, más allá de un mes o mes y medio en caso de continuar a los niveles de hoy (510 puntos). Exigimos explicaciones públicas. Debe hacerlo el gobierno central, los autonómicos madrileño y valenciano y el gobernador del Banco de España lo antes posible. Pero, sobre todo y antes que nadie, deben explicarse los gestores y responsables de Bankia. Es urgente decir la verdad, pase lo que pase, pero de una vez por todas para que se aplaquen los mercados o, cuando menos, nos traten por la situación real de nuestros bancos, y no por el miedo y la desconfianza. Aquí hay culpables y deben quedar al descubierto y pagar económica, administrativa o penalmente, lo que proceda. No podemos confiar en entidades y en políticos que llevan años engañando y mintiendo, y si el gobierno los respalda, acabaremos por no creerlo tampoco. Con su silencio, el gobierno está jugando con fuego. El Financial Times llama a Rajoy el presidente silencioso, y no es un halago sino una clara demanda de explicaciones. La táctica del toro mansurrón refugiado en tablas no es buena para un dirigente político. A más silencio, más desconfianza, peor trato de los mercados, más subida de la prima de riesgo, intereses más altos que pagar por la Deuda... En fin.
Se está llenando demasiado aprisa el vaso de la paciencia de los ciudadanos. Hay que rescatar a Bankia, como mal menor comparado con dejarla caer. De acuerdo. Pero si el Estado debe poner para eso más de 25.000 millones de euros , o sea más que los recortes en sanidad y educación..., que se toque la ropa el señor Rajoy y sus ministros. Si un familiar enfermo es mal atendido y no sana por falta de recursos; si un hijo tiene que dejar de estudiar su curso universitario próximo porque en la familia no hay dinero para pagar una matrícula que ha subido un 40% ..., el agravio comparativo va a ser inevitable. ¿Que me mandan a casa a medio curar -o algo peor- porque el dinero se ha destinado a tapar la sinvergonzonería que hicieron durante años los directivos de Bankia?, ¿que vamos a pagar más impuestos recibiendo peores servicios públicos porque hay que cubrir lo que despilfarraron esos dirigentes de las Cajas? Pues ya veremos. La sensación de injusticia es una de las que más airadas reacciones provoca, porque procede directamente de la dignidad herida. Y en esas estamos.