jueves, marzo 26, 2009

PERDONAD LA PETULANCIA

Ya me sé de qué va este mundo. Perdonad la petulancia.
He probado el factor humano a sorbos y a grandes tragos;
con voluntad o con resabios, según viniera,
y siempre constaté el mismo recorrido.

Un joven de las favelas de Río confidenció conmigo
que aspiraba a ser libre cuando yo lo entrevisté,
y un ‘niño de la guerra’, ya anciano y en Moscú,
me ofreció confusiones, borracho, y me repitió a Lenin
(“libertad, ¿para qué?”), ensimismado en su laberinto
y llorando por España..
Otra vez, una negra en Nueva York me ofreció sexo
por el mero exotismo de follarse al enésimo blanco.
(El valor de una muesca en la cacha de Evelyn...
Así dijo llamarse).
En Buenos Aires, me presentaron la religión de Maradona,
y sus feligreses lo creían, los muy boludos.

Wall Street, hora de la salida de los ejecutivos...
En tropel, engominados y enchaquetados y encorbatados.., caras de plástico.., sus carteras.., grandes autos negros esperando.., todo muy rápido, para esfumarse
en el artificio del dinero y la obsesión por la ganancia.
¿Y qué más?

En Santiago de Chile tuve que detenerme.
Impactado, contemplé los balazos
de Pinochet al Palacio de la Moneda y comprendí
la valiosa inyección de ideales en las últimas palabras
-¡qué hermoso poema su alocución de despedida, señores!-
de Salvador Allende en Radio Magallanes,
aferrado a la ley y a la libertad como única lógica viable:
“... que mucho más temprano que tarde,
de nuevo abrirán las grandes alamedas
por donde pase el hombre libre para construir
una sociedad mejor... Habrá una lección moral
que castigará la felonía, la cobardía y la traición”
(Y el transcriptor de esa lección moral fue el juez
Baltasar Garzón, deteniendo a Pinochet en Londres,
por genocida y terrorista, 25 años después del golpe.
Garzón –Allende admirado- castigó la felonía,
la cobardía y la traición: tal como tú profetizaste.
¡Qué pocos ejemplos de reparación da la Historia!).

He pasado miedo nocturno en el metro de Brooklyn,
pero mucho más de día en Tetúan,
cuando un joven iluminado, un islamista
-que luego habrá sido miembro de Al Qaeda-,
me asaltó en frío, en la terraza de un café,
para recriminarme, con ojos inyectados de odio,
que yo no creyera en Dios.
O en Turquía, donde quisieron canjearme
mi mujer por una alfombra. (¡Y quieren ser Europa..!)

He sentido la ausencia entre las muchedumbres,
la lúcida soledad del que se sabe solo en compañía,
la certeza del que describe un camino andando
-Machado admirable y admirado-,
sin saber dónde te aguardará el final,
la sospecha de que no somos un proyecto...

Y la conclusión:
No sé bien a dónde tenía que ir,
cuál era el camino y si había meta.
Lo que sé con certeza hoy es que no he llegado.

Pero pregunten al chico de la favela,
al borracho de Moscú,
a la puta negra de Nueva York..,
incluso al juez Garzón...
y si tienen mejor respuesta, acéptenla...
No es la mía.

Me queda nada que saber del mundo.
Perdonad la petulancia.
El secreto de los horizontes se descubre marchando,
verificando el círculo donde nos encierra el tiempo.

Esto debe ser todo. O casi todo...

1 comentario:

Francisco dijo...

Una visión del mundo muy realista. Se vislumbra a leguas tu progresismo, y quienes te conocemos, admiramos tu forma de entender la vida. No he leído tu escrito hasta octubre de 2010, pero a pesar del atraso, permíteme parabienes por él, por el premio que te han otorgado recientemente a la mejor difusión de cooperativismo, y en resumen por toda tu trayectoria. Recibe de mí un fuerte abrazo, amigo.

Francisco Cuaresma Borrero