domingo, octubre 23, 2011

Los cascotes del WTC

Parte de los cascotes de las torres gemelas de Nueva York le cayeron a ETA encima hace diez años. Al Qaeda consiguió sentar el consenso mundial de que no hay excusas que justifiquen ningún terrorismo. Hasta entonces, desde el exterior se miraba a los grupos terroristas como combatientes por la libertad de sus pueblos oprimidos; todavía los británicos hablan de los etarras como activistas y separatistas. Los movimientos rebeldes eran percibidos como víctimas de los Estados que presuntamente los reprimían. Hasta la inflexión de los atentados del 11-S, pocos países se tomaron la molestia de situar a ETA en su verdadero lugar de grupo sanguinario. De aquellos polvos... Conviene analizar con calma la nueva situación. ETA no ha claudicado por una convicción moral, sino porque el combate policial y judicial le ha estrangulado todas las opciones. Pero no se arrepiente. Continuará, pues, defendiendo con su entorno el objetivo de la independencia por otras vías y no serán menores los dolores de cabeza que provoque. (Esperemos que al final de la senda no le esté esperando Arzallus –el PNV- con la cesta para recoger la nueces del árbol estremecido, según su propia confesión tiempo ha). Ya han advertido los abertzales que el conflicto continúa. Sumado, el nacionalismo vasco en conjunto puede subir en apoyos y llegar a situaciones muy delicadas. La banda y su entorno han sacado el comunicado en plena campaña electoral para rentabilizarlo en las urnas. Campaña que corre el riesgo de envenenarse con la tentación de obtener réditos políticos. No hay que fiarse de ETA, la banda terrorista más cruel y duradera de Europa, que ni ha entregado las armas ni se ha disuelto. Sólo ha decidido no matar por ahora. Si dentro de un tiempo quiere, dirá que el Estado le sigue oprimiendo y volverá a las pistolas y las bombas. Son los mismos perros que han cambiado de estrategia. Eso es todo. Perder el realismo con los terroristas sería grave pecado de ingenuidad. A las víctimas les debemos todo el apoyo. Pero no pueden ser quienes marquen la actuación política al gobierno en adelante. Que asuma esto el PP, si es que le toca gobernar, porque en su núcleo están los rencores más acerados y resistentes. Prepárense también los vascos para un proceso que va a requerir mucha generosidad en la difícil marcha hacia la reconciliación. Es la gran victoria, políticamente póstuma, que se adjudica Zapatero. Empero, el adalid de la lucha antiterrorista de estos años ha sido Rubalcaba, quien tomó las riendas después del atentado de la T-4 de Barajas. Tanto acierto y, sin embargo, podría ocurrir que no rentabilizara, en la medida en que se le debe y lo merece, la deposición de los terroristas. Cosas de la política.

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